Año 2050: Fin de la Guerra Civil y gobierna un Mapuche
Por Rafael Paulo Franco A.
En el año 2050, Chile había experimentado una serie de transformaciones sociales profundas. La presidenta de la República, Camila Flores, gobernaba con mano de hierro. Durante su mandato, implementó una política radical contra la migración, expulsando a todos los extranjeros que habían decidido migrar hacia el país.
Flores creó una fuerza policial de élite, compuesta por militares, infantes de marina y carabineros. Esta cuadrilla recorría las ciudades día y noche, interceptando a cualquier extranjero indocumentado que encontraran. El protocolo era claro y preciso: cuatro integrantes de la cuadrilla detenían al extranjero, le pedían sus documentos, y si no los tenía, lo atacaban con una pistola de descarga eléctrica. El indocumentado se desmayaba y era rápidamente lanzado a una camioneta.
El siguiente paso era trasladarlo al Estadio Chile (antiguo Estadio Víctor Jara), donde se realizaba un chequeo antes de ser enviado al aeropuerto. Una vez que un avión Hércules se llenaba, los deportados eran llevados a Colchane, en la frontera, donde se les escoltaba fuera del país. Este lugar, desprovisto de control estatal, se había convertido en una “tierra de nadie”, un campamento multicultural donde los deportados luchaban por sobrevivir.
Si bien la delincuencia disminuyó bajo el estricto control de Flores, ella ignoró a un grupo clave: los mapuches. Este pueblo originario, tanto en Chile como en Argentina, había estado organizándose en silencio desde hace décadas. A partir de 2030, las mujeres mapuches se pusieron de acuerdo para tener entre 4 y 5 hijos, principalmente hombres, con el fin de preparar a futuros weichafes (guerreros). Realizaban ceremonias privadas donde se comunicaban con el Kuyén (la luna), pidiendo embarazos múltiples.
Para 2050, el pueblo mapuche estaba más preparado que nunca, tanto física como intelectualmente. Había mapuches en todas las profesiones: ingenieros, médicos, intelectuales, además de guerreros. Finalmente, decidieron exigir a Chile y Argentina la devolución de sus tierras ancestrales y el acceso a los recursos naturales, pero esta vez la demanda vino acompañada de violencia.
El conflicto comenzó en las cercanías de Bariloche, Argentina, durante la temporada de invierno, cuando la ciudad se llenaba de turistas. De repente, un coche bomba explotó en la concurrida calle Mitre, dejando 12 muertos y decenas de heridos. El atentado fue reivindicado por el Movimiento Pro Combate Catrillanca, un grupo terrorista formado por estudiantes mapuches de la Universidad de la Frontera en Chile y la Universidad del Comahue en Argentina. Estos jóvenes, hartos de la desigualdad y las constantes humillaciones, se habían aliado con grupos paramilitares colombianos para aprender tácticas como el uso de coches bomba.
El miedo se propagó rápidamente por Chile y Argentina. En Argentina, la situación ya era crítica debido a la hambruna y la desigualdad bajo el gobierno de Javierito Milei Flores, hijo del expresidente argentino de los años 2020. Una guerra civil estalló, y una facción izquierdista, con el apoyo del pueblo originario, logró tomar el poder.
Claudio Llanquimay, líder mapuche en Argentina, hizo un llamado a sus hermanos en Chile para unirse a la lucha. En Chile, Enrique Paillama, el líder mapuche, coordinó una serie de atentados en Temuco, Concepción, Santiago y Valparaíso. Además, Paillama buscó apoyo en los pueblos aborígenes de Bolivia y Perú, prometiéndoles la devolución de Arica, Iquique y Antofagasta a cambio de su ayuda.
El ejército chileno estaba debilitado, con 2.000 mapuches que habían desertado para unirse a la causa. Ante la ola de violencia y terror, la presidenta Camila Flores se vio obligada a huir del país, primero en helicóptero hacia el aeropuerto, y luego en un avión hacia Estados Unidos.
Enrique Paillama se autoproclamó presidente de Chile, cerró el Congreso, y decretó el mapudungun como lengua oficial. La bandera mapuche ondeaba en todos los mástiles del país, y todos los cargos importantes debían ser ocupados por aborígenes. Junto a Llanquimay, Paillama planeaba unir Chile y Argentina bajo un solo fin: el del pueblo originario. Pero eso… es otra historia.
La ucronía es un género literario que explora historias alternativas, imaginando cómo habría sido el mundo si ciertos eventos históricos hubieran ocurrido de manera diferente.